Durante la época de parada vegetativa, el invierno, hacemos la poda en seco en todo nuestro viñedo. Realizamos una poda de respeto del movimiento del flujo de la savia, con el fin de no interrumpirla ni poner obstáculos a su movimiento natural por el interior de la planta.
La poda de invierno sirve para alargar la vida de las cepas y para empezar a ajustar los rendimientos de la nueva añada. La poda de las viñas más viejas aún tendrá que esperar unas semanas, ya que realizamos esta práctica en el momento preciso, según el terruño y la edad de las vides.
Ahora, dejamos entre 20 y 22 yemas por cepa, para, en primavera, ajustar aún más la producción con la poda en verde.
El ejemplo muy gráfico es pensar que, para nuestros vinos más jóvenes, buscamos una producción real de un magnum por cepa. Para los vinos de guarda, es de una botella por cepa, aproximadamente.
Tras la poda, las madera tiene ‘heridas’ (los propios cortes) que es preciso vigilar, pues son una puerta de entrada para determinadas infecciones. Desde hace tres años hacemos un tratamiento con tricodermas, es decir, un hongo beneficioso. El empleo de tricodermas es una alternativa de lucha biológica, frente al empleo de productos químicos.
Un suelo sano
En nuestro empeño por devolver al suelo su equilibrio natural después de la vendimia y después de analizar sus necesidades, hemos aplicado abono orgánico de ovejas de pastores locales, que ha sido curado durante 3 años.
Completamos el abono con el picado de los sarmientos. En unas semanas, sembraremos cubiertas vegetales, seguramente leguminosas, para recuperar los niveles de nitrógeno, fósforo, potasio y magnesio.
Desde fin de vendimia, solo han llovido unos 100 – 120 mm, así que esperamos que el invierno nos traiga más precipitaciones para que las plantas puedan afrontar con buenas reservas hídricas el nuevo ciclo vegetativo.